Tras visitar la Edad de Bronce en Stonehenge, nos dirigimos a Bath. Esta coqueta ciudad, de esmerada urbanización y cuidado mantenimiento, fue elegida por los romanos para instalar los baños más famosos de Inglaterra. La visita, que incluye por igual los manantiales y piscinas de agua sulfurosa y los museos que ilustran los hallazgos arqueológicos, merece la pena. Aun con las multitudes de turistas que acuden atraidos por la fama del lugar.
Por otra parte, no sólo de baños vive Bath, ya que el paseo por sus calles o por la orilla del río Avon es tremendamente interesante, aun cuando la ciudad de los baños nos obsequia con una ducha en forma de lluvia, no muy intensa, pero relativamente persistente. Un calabobos, vaya.